Implementar un verdadero proceso de descolonización
-
Nuestros objetivos son claros: inspirar y emprender genuinos procesos de descolonización en los pueblos cuyo desarrollo y maturación fueron fatalmente perturbados por las intervenciones de naciones extranjeras cuyas dañosas influencias persisten bajo diversas modalidades y en distintos grados y contra las cuales incumbe, con urgencia y menesterosidad, que actuemos.
-
El máximo objetivo de la descolonización de este continente debería desembocar en la creación de una unión confederal que iría, como mínimo, de México hasta la Tierra de Fuego y que compartiría una misma moneda –sobre todo que no fuese el dólar –; un mismo idioma – el español o ¿por qué no el “portunhol”? que resultaría de la integración del español y del portugués – junto a la valorización de los idiomas autóctonos al nivel de la naciones y regiones; un ejército continental dotado de la arma atómica hasta que un desarmamiento completo no haya sido llevado a cabo por todas las fuerzas armadas del planeta sin excepción ninguna…
-
Solo una introspección en las profundas y sucesivas causas de esta alienación y las medidas simbólicas y concretas que de ella resultarán, conseguirán llevar a cabo una restructuración de las cosas. Por “cosas” se entiende; las naciones indígenas, los pueblos mestizos y aquellos que llegaron por las buenas o por las malas a estas tierras, las sociedades que éstos constituyeron, las instituciones formales e informales, los Estados, las estructuras económicas, sin olvidar las mentes. Grandes medidas, a menudo difíciles para los poderes establecidos, deberán ser tomadas y eso requerirá valor y atrevimiento, así que un sentido visionario y de justicia.
-
Simultáneamente – o previamente – incumbirá devolver a este continente su dignidad, noción vaga que reúne une conjunto de componentes; el de conocerse, contemplarse en su ser con el respaldo de la integridad y seguridad, y de controlar por consiguiente las condiciones psíquicas y físicas de una proyección en un porvenir sereno. Este continente ha sido despreciado, pisoteado, depauperado, expoliado, humillado, desculturizado, esclavizado, invadido, destrozado, o sea: colonizado. Si se tratase de un pasado dado por concluido, es decir que perteneciera a una época revocada y consumida, que no existiera nada más que en los libros, entonces podríamos ahorrarnos este ejercicio de introspección y “limpieza”. Pero este pasado no es pasado. Poco importan los años y siglos de por medio; el presente es hoy tributario de lo que empezó en 1492.